lunes, 16 de febrero de 2009

Rosas


A veces, sales al jardín y de entre todas las flores te fijas en una, una que está escondida y que tiene algo que otras no tienen. Ni amapolas, ni tulipanes, ni margaritas, nada, te tuviste que fijar en la rosa... Te acercaste, la miraste, la sonreíste y hablasteis hasta que el cielo se hizo azul. Tus ojos se tornaron en un brillo que haría envidiar al mismo sol, sólo había que fijarse un poco en ese brillo para darse cuenta que ese brillo era la imagen que se quedó en tus ojos de esa rosa. En tu mente sólo existía esa flor, en el trabajo, con la familia, da igual la situación, sólo era esa flor la que mandaba en tus pensamientos. Tu día a día sólo era pensar en huir del sitio de dónde estuvieses para estar con ella y volver a hablar y disfrutar cada minuto con ella, minutos que se convertían en segundos. Tuvisteis vuestras risas pero también hubo discusiones, discusiones que se quedarian en nada cuando te diste cuenta que te hacías daño tu mismo en cada discusión y acabarías pidiéndole perdón siempre. Tal vez por tu estupidez acabaste enamorado de esa flor, tenias que quitarte la timidez y decirle lo que sentías. Llegó ese día en el que tu estabas ilusionado y te sentías fuerte, te decidiste y te lanzaste, pero... tu dedo tropezó con su espina más fuerte... Para ella tu eres menos que nada, sólo eres su saco de lágrimas, pero tu eres un poeta enamorado que quería desnudar cada uno de sus pétalos. La herida fue grande pero tranquilo que cicatrizará, porque todas las heridas se cierran...

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